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LSD

El LSD es una de las sustancias químicas más potentes que alteran el estado de ánimo. Se fabrica a partir del ácido lisérgico, que se encuentra en el hongo cornezuelo que crece en el centeno y otros cereales.

Conocido como «ácido» y por muchos otros nombres, el LSD se vende en la calle en pequeñas pastillas («microdosis»), cápsulas o cuadrados de gelatina («ventanas»). A veces se añade a papel absorbente, que luego se divide en pequeños cuadrados.


Decorado con diseños o personajes de dibujos animados («loony toons»). En ocasiones se vende en forma líquida. Pero independientemente de la forma en que se presente, el LSD lleva al consumidor al mismo lugar: una grave desconexión de la realidad.


Los consumidores de LSD llaman a la experiencia con LSD un «viaje», que suele durar unas 12 horas. Cuando las cosas salen mal, lo que ocurre a menudo, se denomina «mal viaje», otro nombre para referirse a un auténtico infierno.


¿Cuáles son los riesgos del LSD?


Los efectos del LSD son impredecibles. Dependen de la cantidad consumida, del estado de ánimo y la personalidad de la persona, y del entorno en el que se consume la droga. Es como tirar los dados: puede provocar un subidón acelerado y distorsionado o un bajón severo y paranoico*.


Normalmente, los primeros efectos del LSD se experimentan entre 30 y 90 minutos después de tomar la droga. A menudo, las pupilas se dilatan. La temperatura corporal puede aumentar o disminuir, mientras que la presión arterial y la frecuencia cardíaca pueden aumentar o disminuir.


No es raro que se produzca sudoración o escalofríos.


Los consumidores de LSD suelen experimentar pérdida de apetito, insomnio, sequedad de boca y temblores.


Los cambios visuales se encuentran entre los efectos más comunes: el consumidor puede obsesionarse con la intensidad de ciertos colores.


También se experimentan cambios extremos en el estado de ánimo, que van desde una «felicidad» ausente hasta un terror intenso. Lo peor es que el consumidor de LSD es incapaz de distinguir qué sensaciones son creadas por la droga y cuáles forman parte de la realidad.


Algunos consumidores de LSD experimentan una intensa felicidad que confunden con la «iluminación».


No solo se disocian de sus actividades habituales en la vida, sino que también sienten la necesidad de seguir tomando más droga para volver a experimentar la misma sensación. Otros experimentan pensamientos y sentimientos intensos y aterradores, miedo a perder el control, miedo a la locura y a la muerte, y desesperación mientras consumen LSD. Una vez que comienza, a menudo no hay forma de detener un «mal viaje», que puede durar hasta 12 horas. De hecho, algunas personas nunca se recuperan de una psicosis inducida por el ácido.


Tomado en una dosis lo suficientemente grande, el LSD produce delirios y alucinaciones visuales. La percepción del tiempo y de uno mismo cambia. El tamaño y la forma de los objetos se distorsionan, al igual que los movimientos, los colores y los sonidos. Incluso el sentido del tacto y las sensaciones corporales normales se convierten en algo extraño y bizarro. Las sensaciones pueden «cruzarse», dando al consumidor la sensación de oír colores y ver sonidos. Estos cambios pueden ser aterradores y provocar pánico.


La capacidad de emitir juicios sensatos y ver los peligros comunes se ve afectada. Un consumidor de LSD podría intentar asomarse por una ventana para «ver más de cerca» el suelo. Podría considerar divertido admirar la puesta de sol, sin darse cuenta de que se encuentra en medio de una concurrida intersección.


Muchos consumidores de LSD experimentan flashbacks, o una recurrencia del viaje de LSD, a menudo sin previo aviso, mucho tiempo después de haber tomado LSD.


Los malos viajes y los flashbacks son solo una parte de los riesgos del consumo de LSD. Los consumidores de LSD pueden manifestar psicosis relativamente duraderas o depresión grave.


Debido a que el LSD se acumula en el organismo, los consumidores desarrollan tolerancia a la droga. En otras palabras, algunos consumidores habituales tienen que tomar dosis cada vez más altas para alcanzar el «subidón». Esto aumenta los efectos físicos y también el riesgo de un mal viaje que podría provocar psicosis.


EFECTOS FÍSICOS


• Pupilas dilatadas.

• Temperatura corporal más alta o más baja.

• Sudoración o escalofríos («piel de gallina»).

• Pérdida de apetito.

• Insomnio.

• Sequedad de boca.

• Temblores.

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